La rinoplastia de Belén

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Belén es una chica encantadora. A sus 25 años es un torbellino de simpatía y amabilidad. Pero…

 – Nada es perfecto, doctor. No se, pero no me gusta mi imagen, mi nariz

 Le explico

 – Vamos a hablar mucho tu y yo. ¿Qué sabes de la intervención de nariz, la rinoplastia?

 – Bueno pues que se mejora. Pero todas quedan iguales…

 Es la historia que se repite. Me sonrío y le digo que la nariz es como un vestido, un complemento. Tiene que ser primero perfecto. Y después favorecer a quien lo lleva.

 – ¿Vienes a que te haga unas fotos?

 Me acompaña. Enciendo los focos y la situo delante del croma (si, soy un decadente fotógrafo, un nostálgico del daguerrotipo y del magnesio)

 Tomo el frente, la base, el perfil derecho, el izquierdo…

 – Doctor, me preocupa el perfil

 Le digo que la nariz es un todo armónico. Dentro de una cara. En un cuerpo.

 Pasamos a la sala de exploración. Los endoscopios nasales son un gran invento. Me permiten navegar por dentro de las fosas nasales, darme cuenta que su función nasal es correcta.

 Volvemos al digitalizador de imágenes. En dos pantallas (la suya y la mía).

 La fotografía de frente revela mucho: una base nasal ancha… que se come sus ojos grandes, expresivos, árabes al fin… El dorso algo aburrido, plano… Si, parece que se desvía a la derecha. No es cierto. Es el eje perpendicular de la cara. Todo se va hacia ese lado. Tendremos que tenerlo en cuenta. ¿Y la punta?. No está mal. Mejorable.

 La vista del perfil me previene: tiene peligro esta nariz. No es tan grande como ella cree. Si hiciera caso a mi eterno maestro, a mi admirado Leonardo (DaVinci, claro) diría que está bien: ocupa el tercio del perfil. Pero no: ese dorso. Es como un poste en una tienda de campaña… Cuando lo rectifique la punta subirá… Mmm. Los 90 grados con el plano de la cara van a tolerarme un par de elevación. Si, conseguiremos los 95 (3 de ventaja, para la caída por el paso de los años) y en forma de “S” italica, perezosa… Está bien. Voy a por ellos.

 Su perfil me hace recordar a un antiguo maestro. Le conocí en Méjico. Se llamaba Mario González Ulloa. Murió demasiado pronto para mí, en 1995. Pero suficiente para enseñarme su magnífica observación:

 – “Juan Antonio, la cara es como una mesa de cuatro patas: una es la barbilla, dos más son los pómulos, y una cuarta la nariz. Que ninguno falle. Que nunca cojee…”

 Belén tiene tres patas de su mesa magníficas: son sus dos pómulos y su mentón. No puede perder la fuerza central, la magnífica proyección de su nariz. A tener en cuenta.

 El día de su intervención es una mañana agradable. Voy revisándome todas mis notas en el camino desde mi casa, del campo al hospital, en Valencia, mi ciudad. Como siempre conduce Silvia, mi mujer. En silencio. Con el sonido muy tenue de la 2 de Radio Nacional, la clásica (¡gracias!).

 El Hospital me recuerda a los hoteles modernos. Pero mi trabajo está en el semisótano: quirófano nº 2. Alta cirugía (no quiero otro: se trata de MI paciente, de SU futuro).

 Hoy tengo a José Luis de anestesista (mi saludo a Gabi, Raquel, Paula, Jose Vicente… ¡que grandes son!). Ya lo saben. Rinoplastia = sedación especial. Si, tubo especial (para poder maniobrar en espacios mínimos), tensión baja (para que no sangre nada, pues con el microscopio una gota es como un tsunami…)

 Ritual de lavado prequirúrgico. Luces, paños, coordinación, ayudantes, instrumentista… Instrumental especial, comprobado, todo en orden, todo en verde… Despegamos.

 La incisión será invisible, mílimétrica, dentro de la ventana nasal. Desde ahí se hará todo. Entre la piel y la mucosa nasal. Porque la nariz es como una tienda de campaña: actuaremos sobre postes y tirantes. La piel se adaptará.

 Estilizaremos la punta. Suavemente. Solo la parte superior, para que mantenga la bóveda alrededor de las ventanas nasales. Reduciremos el dorso. Al recto. Sin fantasías. Quiero ganar longitud óptica. Y eso no lo conseguiría con una curvatura respingona. Además, Belén es alta: si levanto la punta, todo el mundo le verá las ventanas. Porque son más bajitos y la ven desde abajo. Una vez más, ilusión óptica a tener muy, muy en cuenta.

 ¡Ya la tengo!. Perfil perfecto. ¿Griego o egipcio?. ¡Recto!.

¿Y de frente?. Lo primero: estrechar esa base. Agradezco mi osteotomo (si, me gusta diseñar instrumental). Me permitirá esa incisión limpia para poder aproximar los huesos nasales. Como las modelos, como si se maquillara de oscuro…

 Y después cientos de detalles. Milimétricos. ¡Gracias Galileo por haber inventado este microscopio!.

 Final sereno: puntos, bandas de SteriStrip adhesivas, para que no hinche. Y Aquaplast, el gran protector sintético americano del dorso nasal. ¿Algo más?. Si, los suaves tapones, cortos, esponjosos, permeables, con su tubito central… para que entre el aire, para que no se sienta agobiada.

 Saldrá de quirófano riéndose con nosotros, sin dolor (¡lo prometo!). Estará un par de horas en el hospital y volverá a su casa. Y no le dolerá nada (¡lo vuelvo a prometer!)

 Al día siguiente le retiraré sin molestias sus minúsculos tapones de esponja.

 En una semana el protector del dorso estará fuera. Y se verá ya otra.

 Al mes vendrá a verme para que le de el alta. Si,y a su curso de automaquillaje y estilismo. Un pequeño regalo en donde nuestra fantástica Yolanda le enseñarán las maravillas posibles con esa decoración corporal que usamoslos humanos desde los orígenes del tiempo.

 Hoy ha vuelto a vernos. Su generosidad no tiene límites. Le dije que una intrépida periodista quería comunicar a todos lo que puede conseguir todavía el corazón y la mano del Hombre. Y ha accedido a venir. A fotografiarse. A que la reconozcan (¡en un país como el nuestro!).

 – Si eso sirve para que otras sean tan felices como yo…. Gracias doctor. Gracias a todos.

 – Gracias a ti. Siempre. Belén.

 

 

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